

De todas las cosas que dijo Scott Bessent en los últimos días, la más impactante no es ni el swap para ayudar a Javier Milei ni que Estados Unidos quiera ganarle a China la carrera por los recursos argentinos. Lo realmente raro es su definición sobre que el peso está “undervalued”. Ese gesto es más fuerte que haber puesto una suma relativamente menor -¿u$s100 millones?- en el mercado cambiario argentino.
El secretario del Tesoro, además de cuidar la caja del país más rico del mundo y dueño de la moneda de intercambio mundial, recordó en una entrevista con la televisión estadounidense que durante 40 años fue experto en el trading de monedas en grandes fondos de inversión, incluyendo el de George Soros.
Y recurrió a la autoridad de esa experiencia -más que a su actual cargo- para afirmar que había hecho una buena inversión con la compra de pesos argentinos, porque como se trata de una moneda que está artificialmente subvaluada por problemas políticos y una iliquidez pasajera, lo lógico es que el peso recupere valor. O sea, Bessent le dijo al público norteamericano que había hecho buen negocio, porque cuando venda los pesos argentinos, le costará menos dólares que los que tuvo que poner.
Si las cosas salen tal como Bessent y su colega Toto Caputo planearon, entonces ya no será necesario que el Treasury vuelva a intervenir en el mercado cambiario argentino: alcanzará con saber que Bessent no permitirá que los pesos en los que invirtió pierdan valor. Y el mensaje que decodificará el mercado local es que no vale la pena pulsear contra alguien capaz de hacer bajar el tipo de cambio $50 en cuestión de minutos.
Claro, Bessent no dijo cuál sería para él una paridad correcta entre el dólar y el peso. Pero dio a entender que debería ser inferior a $1.470, porque sólo de esa manera él podrá hacer una ganancia.
¿Efecto de corto plazo?
En realidad, nadie sabe con certeza si el secretario del Tesoro estadounidense se quedó con pesos líquidos o si ya compró bonos que puedan liquidarse en dólares en una cuenta neoyorquina.
Y, en el fondo, no deja de ser una cuestión anecdótica para los inversores argentinos que, en cambio, se tomaron en serio su promesa de que defenderá al peso.
Por eso el jueves hubo una “voladura” en los precios de bonos y acciones, que recuperaron las pérdidas de las jornadas anteriores. Y, como contrapartida, cayeron las tasas de rendimiento, que ahora reflejan una expectativa devaluatoria mucho menor a la de los días en que el Tesoro argentino no lograba parar su hemorragia de divisas.
Hablando en números, títulos con vencimiento a corto plazo, como la Lecap que paga el 31 de octubre, estaba dando un rendimiento efectivo mensual de 5,7% cayó al 3,7%. Y la demanda por los bonos “dólar linked”, que eran vistos como un refugio por todos los que querían un seguro contra devaluaciones, tuvo una brusca caída.
¿Qué significa esto? Que el mercado da por obvio que no hay riesgo de devaluación en el corto plazo. Por ahora, esa confianza llega hasta fin de año, pero no más allá. Al menos, eso es lo que se desprende del mercado de futuros, donde a pesar de haber ocurrido una fuerte caída de cotizaciones, los contratos de 2026 todavía marcan precios por encima del techo de la banda de flotación.
Lo cierto es que es un momento de euforia para quienes invierten en bonos de deuda soberana y acciones de empresas argentinas. No necesariamente para quienes compren a partir de ahora, sino para quienes habían comprado cuando los valores estuvieron en su punto más bajo.
Hubo días en que el mercado mostró su temor a que Caputo no tuviera dólares para pagar el abultado vencimiento de deuda de enero -más de u$s4.000 millones- y llevó a los bonos a “precios de default”, en torno de 40%. Para esos inversores, la intervención de Bessent fue una bendición.
El peso según Bessent y Citrone
Lo que empaña el clima de euforia son las acusaciones hechas en Estados Unidos respecto de cuál es la verdadera intención de Bessent. Desde el premio Nobel Paul Krugman hasta el The New York Times, y pasando por una larga lista de políticos del partido Demócrata, ex funcionarios del Treasury como Mark Sobel y analistas influyentes, todos han planteado suspicacias.
La más explícita indica que hay grandes fondos de inversión, como el Discovery Capital Management -dirigido por Robert Citrone, amigo y ex jefe de Bessent- y otros viejos conocidos del mercado argentino, como BlackRock, Pimco y Fidelity.
Entre estos gigantes de Wall Street y Toto Caputo hay una especie de “amor-odio”, porque en algunas etapas han hecho grandes ganancias con el “carry trade” pero en otros momentos perdieron fortunas. En particular, se recuerda el histórico “empome” de los fondos que en 2018 pusieron u$s5.000 millones para comprar bonos nominados en pesos, con tasa fija de 20%. El final es conocido: tres meses más tarde, en medio de la turbulencia cambiaria, esos bonos perdían la mitad de su valor en apenas un día.
Y ese antecedente es, justamente, lo que lleva a analistas de Wall Street y del mercado argentino a pensar que, detrás de la ayuda al gobierno argentino, hay un intento por recuperar el valor de activos en los que estos fondos habían apostado fuerte, para permitirles una salida en la que puedan vender a precio alto.
Es interesante lo que afirmaba Citrone hace un año, en una entrevista con la agencia Bloomberg: los activos argentinos, mayormente bonos soberanos de renta fija, representaban el 60% de sus inversiones en América latina, y su perspectiva era aumentar el volumen. Se estima que el fondo maneja, en total, unos u$s2.800 millones. Y Citrone justificaba su inversión con el mismo argumento que ahora usa Bessent: que el peso argentino estaba subvaluado, y que se fortalecería por las reformas económicas de Milei.
En aquel momento, el dólar “contado con liqui” cotizaba en $1.200, y Citrone tenía la expectativa de que cayera a $1.100. Su pronóstico se cumplió sólo en dos ocasiones, y por lapsos breves: en diciembre 2024, tras el efecto del blanqueo de capitales, y en abril pasado, tras el acuerdo con el FMI.
La sospecha del “pump exit”
¿Es malo que Bessent quiera reforzar al peso? Es el tema de debate actual entre los economistas. Algunos afirman que el secretario del Treasury debería sugerirle a Caputo una flotación cambiaria o, al menos, un sistema de bandas recalibrado, como única forma de que Argentina deje de tener déficit en la cuenta corriente y pueda acumular reservas genuinas.
Pero Bessent no puede decir eso -aunque muchos creen que es lo que verdaderamente piensan él y toda la plana mayor del FMI– porque sería contradictorio con su argumento para ayudar a Milei.
Estas contradicciones son las que llevaron a analistas locales a hacer una advertencia: que la euforia del mercado local podría ser de corto plazo, y que una vez que los inversores externos hayan recuperado sus dólares, llegará la inevitable devaluación del peso.
En la jerga financiera, inflar un activo depreciado para luego venderlo caro a los incautos se denomina “pump exit”. Para los menos familiarizados con el mercado, un ejemplo de esa situación ocurrió en febrero pasado, con la estafa de la criptomoneda Libra: luego de la gran caída, hubo un rebote en la cotización, y no faltaron quienes se tentaron de comprar a bajo precio, pensando que la subida continuaría. En realidad, era un rebote artificial creado mediante compras por algunos inversores que querían recuperar sus pérdidas vendiendo a un valor más alto.
¿Entonces, hay que comprar?
¿Y qué chances de ganancia hay para los que quieran invertir a partir de ahora? Eso dependerá de si el pronóstico de Bessent sobre el destino de grandeza del peso argentino finalmente se cumple, y cuánto tiempo dure. En otras palabras, de si alcanzará con el swap de monedas para convencer al mercado de que la economía argentina puede funcionar con este tipo de cambio.
Por lo pronto, hay señales positivas: se están anunciando inversiones grandes en áreas como el petróleo, la minería y la tecnología. Y la cumbre presidencial Milei-Trump podría dar un impulso adicional con un mensaje de respaldo político.
Pero… hay un problema. Caputo ya se dio cuenta de que su sueño de que los argentinos sacaran los dólares del colchón y los usen para transacciones cotidianas es una utopía. No se sabe la opinión de Bessent al respecto, pero sus cuatro décadas de trayectoria -incluyendo el antecedente de haberle ganado la pulseada de la libra esterlina al Bank of England en 1992- lleva a pensar que no debería estar confundido.
La cuestión es que, cuando el tipo de cambio cae, los argentinos compran dólares. La memoria histórica lleva a la percepción de que hay que aprovechar la estabilidad, porque son momentos en que el dólar “está barato” y, además, con precio garantido. Basta recordar que ni siquiera durante el régimen de convertibilidad de los años ’90 se dejó de producir la formación de activos externos -mejor conocida como “fuga de capitales”-.
Hasta hace dos semanas, los argentinos venían comprando dólares en los bancos por volúmenes de hasta u$s400 millones en algunas jornadas. ¿Los ahorristas que se llevaron cantidades récord de dólares cuando el tipo de cambio rondó los $1.500 perderán el incentivo al ver que puede caer a $1.430? Más bien al contrario, la expectativa de los expertos es que la demanda minorista continúe fuerte.
Quienes sí podrían vender en estos días son los inversores más avezados, que se vean tentados por la renta de los títulos en pesos. La tasa está en caída, porque las cotizaciones van al alza: implica que quienes creen en el pronóstico de Bessent, tienen el incentivo para comprar bonos y venderlos más adelante. No deja, igualmente, de ser un negocio con cierto riesgo -no porque pueda haber temores sobre un default sino por una nueva presión devaluatoria-, y por eso los consultores recomiendan no despreciar los ahora repudiados bonos “dólar linked”.





