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El dólar oficial volvió a subir y el mayorista quedó a solo $6 del techo de la banda

En una rueda marcada por el nerviosismo, el dólar oficial del Banco Nación subió diez pesos y cerró a $1.475, mientras que en el mercado mayorista el tipo de cambio avanzó 17 pesos hasta $1.467, quedando cerca del techo de la banda cambiaria en $1.473.

En el segmento bursátil, el contado con liquidación ganó 0,6% y alcanzó los $1.492, mientras que el dólar MEP trepó 1% hasta los $1.484. En el circuito informal, el dólar blue sumó treinta pesos y cerró en $1.455, manteniéndose como la cotización más baja de toda la plaza cambiaria.

La estrategia del BCRA para contener la escalada del dólar

De acuerdo con estimaciones de operadores del mercado, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) adoptó en las primeras operaciones de la jornada una estrategia vendedora en el Mercado Abierto Electrónico (MAE) para contener la escalada del tipo de cambio, para ponerle techo al tipo de cambio en $1.470 con aproximadamente 100.000 millones, de acuerdo a fuentes de la City.

El poder de fuego del Central actúa como último sostén de la banda. Mientras conserve reservas líquidas suficientes, el techo sería defendido. Pero si el mercado decide testearlo, la presión podría forzar una corrección anticipada.

En este sentido, el mercado comenzó a descontar que la banda cambiaria difícilmente logre sostenerse después de las elecciones de octubre. La estrategia oficial de utilizarla como ancla para moderar la inflación perdió credibilidad, y las expectativas devaluatorias se intensificaron. La demanda de cobertura cambiaria crece a medida que se acerca la fecha de los comicios, presionando al tipo de cambio oficial y encareciendo su defensa.

El esquema actual se sostiene sobre un delicado equilibrio: tasas de interés que se redujeron para aliviar el costo financiero, ventas puntuales de divisas y una fuerte intervención en los mercados de futuros. Sin embargo, estas maniobras no lograron revertir la percepción de fragilidad. Cada nueva rueda exige más esfuerzo para mantener el dólar contenido, mientras el margen político y económico se acorta.

El riesgo país supera los 1.100 puntos básicos y los activos financieros locales se desplomaron, reflejando un cambio abrupto en las expectativas. La derrota oficialista en la Provincia de Buenos Aires intensificó la tensión y expuso la vulnerabilidad del esquema. El mercado duda que el actual diseño pueda sobrevivir a octubre sin un salto discreto en la cotización del dólar.

Contención del dólar con costos crecientes

Desde Ecolatina señalaron que, en las semanas previas a los comicios, el Gobierno priorizó la contención del dólar como principal activo de campaña, aun a costa de una actividad debilitada. Para lograrlo, evitó comprar divisas en el mercado oficial, realizó ventas indirectas a través de organismos públicos y alentó el carry trade con tasas altas y una marcada intervención en los futuros.

La consultora explicó que, gracias a estas maniobras, la inflación se mantuvo por debajo del 2% mensual por cuarto mes consecutivo, pese a una suba promedio del dólar del 4,6%. Sin embargo, el costo de esa estrategia comenzó a hacerse visible: en julio la industria cayó por segundo mes consecutivo y el crédito comercial se desplomó, interrumpiendo nueve meses de crecimiento.

Gabriel Caamaño planteó que el problema es que este esquema se construyó sin un colchón de reservas que permita sostenerlo después de octubre. Según el economista, esa carencia alimentó la percepción de que la banda cambiaria quedó demasiado corta y que, una vez pasadas las elecciones, no resistirá la presión del mercado.

Caamaño advirtió que esta expectativa erosiona la credibilidad del esquema y multiplica los costos de mantenerlo: cuanto más se intenta sostenerlo, más se refuerza la idea de que será corregido, y más se encarece su defensa en el corto plazo.

El giro tras la derrota en Buenos Aires

Ecolatina destacó que el revés del oficialismo en la Provincia de Buenos Aires marcó un punto de inflexión en la estrategia. Frente a la presión cambiaria, Hacienda recurrió a ventas directas utilizando depósitos del Tesoro, mientras el BCRA absorbía pesos a tasas decrecientes para liberar espacio en el mercado de deuda y evitar una suba del riesgo financiero.

El impacto fue inmediato: el S&P Merval cayó un 16% en dólares, los bonos soberanos se hundieron en promedio un 9% y el riesgo país escaló a niveles superiores a los 1.100 puntos básicos. Según Ecolatina, el Gobierno abandonó la estrategia de tasas reales elevadas y dólar estable, y pasó a un esquema de tasas más bajas con tipo de cambio más alto, buscando aliviar la carga financiera sin agotar reservas antes de los comicios.

Caamaño interpretó en su cuenta de la red social X que este cambio fue leído por el mercado como una confirmación de que el esquema anterior se agotó. Señaló que el problema no es lo que ocurra antes de octubre, sino lo que vendrá después: si no se recompone la credibilidad del plan, el dólar podría saltar abruptamente tras las elecciones, con un fuerte impacto en precios, actividad y expectativas.

El economista describió la situación como una “camisa de siete varas”: mantener la banda permite ganar tiempo, pero cada día que pasa aumenta la probabilidad de un quiebre forzado por el mercado; moverla antes podría desatar el mismo shock que se busca evitar.

Reservas, poder de fuego y riesgo de quiebre

Ecolatina sostuvo que el Tesoro cuenta con alrededor de u$s 1.100 millones en depósitos, una cifra que coincide con los vencimientos que debe afrontar hasta octubre, lo que limita su capacidad de intervenir en el mercado. En contraste, el BCRA dispone de más de u$s 15.000 millones de reservas internacionales líquidas, que funcionan como principal respaldo para frenar un eventual salto del dólar si el mercado intenta forzar el techo de la banda.

La consultora advirtió que el mercado parece confiar transitoriamente en esa capacidad de defensa, pero no descarta ponerla a prueba en las próximas semanas. Incluso una oferta puntual por u$s 100 millones en el techo de la banda alimentó sospechas de que el Central podría haber intervenido para marcar presencia y contener expectativas.

Caamaño alertó que el problema no es la falta de munición en el corto plazo, sino que el mercado ya dio por hecho que el esquema no sirve para acumular reservas después de los comicios. Estimó que, si el BCRA comenzara a vender divisas a un ritmo de u$s 120 millones diarios desde fines de septiembre, podría desprenderse de u$s 2.400 millones antes de las elecciones.

Aunque esa cifra parece manejable frente al stock de reservas, el economista remarcó que equivaldría a más de la mitad de los vencimientos en dólares que el Tesoro debe afrontar en enero, lo que sería interpretado como una señal de fragilidad y aceleraría las presiones sobre el tipo de cambio.

Expectativas devaluatorias y clima electoral

Ecolatina planteó que la sostenibilidad del actual esquema depende en gran medida de lo que ocurra en las urnas. Un resultado electoral aceptable podría ayudar a recomponer la confianza y facilitar el regreso al financiamiento externo, condición necesaria para sostener el tipo de cambio con menos presión sobre las reservas.

La consultora advirtió, sin embargo, que la crispación política y las dudas sobre el equilibrio fiscal complican ese escenario. Las tensiones legislativas, la caída de la actividad y el deterioro en los indicadores de confianza elevaron el riesgo país desde los 700-750 puntos básicos previos a los actuales 1.000-1.100, reflejando que el mercado comenzó a anticipar mayor probabilidad de inestabilidad cambiaria después de octubre.

Caamaño señaló que el resultado electoral juega un rol clave sobre las expectativas. La incertidumbre política, sostuvo, refuerza la percepción de que el esquema tiene los días contados, y cualquier señal de debilidad oficial podría precipitar un quiebre anticipado de la banda cambiaria antes de las elecciones.

El economista alertó en su cuenta de la red social X que, si el mercado termina imponiendo un cambio abrupto, el impacto sobre precios y expectativas sería inmediato y dificultaría la transición política. Por eso consideró que el dilema no tiene salidas simples: mantener el esquema hasta octubre implica un costo creciente, pero moverlo antes podría agravar la crisis que se intenta evitar. 

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