

El dólar minorista se vende este jueves a $1.245 en las pantallas del Banco Nación, tras haber tocado los $1.255 en la jornada previa, con lo que anotó un nuevo máximo intradiario. En el segmento informal, el dólar blue se negocia en $1.240. En el segmento financiero, el contado con liquidación (CCL) avanza 0,1% hasta $1.240, mientras que el dólar MEP gana 0,2% y se negocia en $1.238. Por su parte, el tipo de cambio mayorista se ubica a $1.220.
El dólar volvió al centro de la escena financiera, tras un período de relativa estabilidad. En las últimas semanas, una serie de factores confluyeron para reactivar la presión sobre el tipo de cambio y encender alertas en el mercado. Analistas del sector financiero explicaron que el cobro del aguinaldo, una licitación del Tesoro con bajo nivel de rollover y la finalización del esquema de retenciones reducidas al agro fueron claves para entender la reciente suba del dólar.
Según especialistas, estos elementos incrementaron la liquidez en pesos y, por ende, la demanda de dólares. A esto se sumó un componente estacional: julio y agosto suelen marcar un pico en importaciones y en turismo emisivo, lo que naturalmente aumenta la presión sobre el mercado cambiario. En este contexto, las personas físicas también retomaron con fuerza la compra de divisas para ahorro o gastos en el exterior.
Desde Omega, el economista Federico González Bull advirtió que la reciente suba del dólar refleja una transición entre dos etapas muy distintas en la dinámica del flujo comercial. “La eliminación de los incentivos para exportar redujo la oferta de divisas, justo cuando se acelera la demanda”, señaló. Para los analistas, este fenómeno no es puntual ni responde a un shock externo, sino que muestra un nuevo equilibrio en formación.
La mirada de corto plazo es mixta: si bien los dólares del agro aún ofrecen cierto colchón para el BCRA, los próximos meses podrían traer más volatilidad. La clave estará en cómo responda el Banco Central, tanto con sus herramientas de política monetaria como con eventuales intervenciones en el mercado.
Se apagan los estímulos del agro y vuelve la presión
El economista Federico González Bull de Omega explicó que el principal motor del ingreso de dólares durante junio fue el régimen de retenciones reducidas que incentivó a los exportadores. Ese estímulo permitió una oferta robusta en el mercado oficial, pero con su finalización, el flujo de divisas comienza a desacelerarse.
Aunque todavía quedan por liquidarse operaciones realizadas bajo las Declaraciones Juradas de Venta al Exterior (DJVE) de junio, el mercado ya descuenta que la entrada de dólares será mucho más acotada. Este cambio coincide con el inicio de una etapa donde las importaciones aumentan estacionalmente, generando un desbalance en el MULC.
A esa dinámica se suma un factor conocido por el mercado argentino: la dolarización preelectoral. La cercanía del proceso electoral suele acelerar la demanda de divisas, tanto de empresas como de particulares. Esto agrava la tensión sobre un tipo de cambio que, hasta ahora, venía mostrando una evolución contenida.
El experto remarcó que el reacomodamiento actual no implica una pérdida de control por parte del Gobierno, pero sí deja en evidencia que el tipo de cambio no está exento de riesgos. “La suba gradual puede continuar, sin romper el esquema, pero reflejando las nuevas condiciones del mercado”, apuntó.
Cuáles son las señales de alerta
Desde el bróker Portfolio Personal Inversiones (PPI) coincidieron en que el alza del dólar no fue una sorpresa. La consultora apuntó al efecto combinado del aguinaldo, la licitación del Tesoro con rollover del 58,9% y la estacionalidad del turismo como los motores de la presión reciente sobre la divisa.
Los analistas destacaron que la suba se dio incluso en un contexto de fuerte oferta del agro en el MULC. Sin embargo, la mayor disponibilidad de pesos, por motivos fiscales y salariales, elevó la demanda de cobertura y alimentó la búsqueda de divisas en un momento sensible.
Además, señalaron que la formación de activos externos por parte de personas humanas fue muy relevante en mayo, con cifras cercanas a los u$s2.000 millones. Ese flujo incluyó tanto atesoramiento como consumos vinculados al turismo.
El fenómeno se replica año tras año en contextos electorales. La diferencia ahora es la normalización del acceso al tipo de cambio oficial, lo que hace que la dolarización minorista sea más visible y directa.
La demanda minorista reapareció con fuerza
Otro elemento clave fue el regreso del público minorista al mercado cambiario. Con el cobro del aguinaldo y el inicio de las vacaciones de invierno, muchas personas retomaron la compra de divisas. A esto se sumó el levantamiento de las restricciones que pesaban sobre el dólar oficial desde mediados de abril.
Según González Bull, esta combinación de factores generó una demanda por atesoramiento y turismo que actuó como “ruido de fondo”, amplificando el movimiento del tipo de cambio. En este escenario más flexible, cualquier shock de demanda tiene mayor capacidad para impactar en los precios.
La compra de pasajes al exterior, gastos en el extranjero y pagos con tarjeta en moneda extranjera se intensificaron en las últimas semanas, un patrón habitual en julio. La diferencia esta vez es que no hay barreras formales que contengan esa demanda.
Este resurgimiento minorista ocurre mientras el agro comienza a retraerse, generando un desfase entre la oferta y la demanda de dólares en el mercado oficial. Para los expertos, esta tensión podría mantenerse si no aparecen nuevos factores que equilibren la balanza.
¿Qué puede pasar en las próximas semanas?
Para los analistas de PPI, el BCRA cuenta todavía con cierto margen para moderar la volatilidad. Ya demostró capacidad para realizar compras puntuales en el mercado oficial, como lo hizo entre el 19 y el 23 de junio, cuando adquirió u$s200 millones.
Otra herramienta sería la política de tasas: un endurecimiento monetario puede contener la demanda de divisas, aunque a costa de frenar la actividad. El dilema para las autoridades será encontrar un equilibrio entre estabilidad cambiaria e impulso económico.
En el corto plazo, los flujos del agro que aún restan liquidar podrían aportar algo de calma. Pero una vez agotado ese colchón, los elementos estacionales y políticos volverán a dominar el panorama.
En definitiva, el mercado cambiario entró en una nueva etapa. No se trata de una corrida ni de un salto desordenado, pero sí de un proceso donde la presión vuelve a crecer. Lo que defina el BCRA en julio y agosto será clave para contener o amplificar esa dinámica.