

Israel e Irán llevan años enzarzados en una rivalidad sangrienta cuya intensidad fluctúa en función del momento geopolítico. Su pulso se convirtió en una de las principales fuentes de inestabilidad en Medio Oriente, informa la BBC.
Para Teherán, Israel es el “pequeño Satán”, aliado en Medio Oriente de Estados Unidos, al que llaman el “gran Satán”. En tanto, Israel acusa a Irán de financiar a grupos “terroristas” y de perpetrar ataques contra sus intereses movido por el antisemitismo de los ayatolás.
Cuál es el origen de la rivalidad entre Israel e Irán
La rivalidad entre estos “archienemigos” ha dejado una enorme cantidad de muertos, a menudo como resultado de acciones encubiertas en las que ninguno de los gobiernos admite su responsabilidad.
La tensión entre ambos, sin embargo, llegó a niveles inusitados desde los ataques del 7 de octubre de 2023 de la milicia palestina Hamás contra Israel, en los que murieron 1.200 personas y que dieron inicio a la actual guerra en Gaza.
Desde entonces, Israel ha estado combatiendo a los aliados de Irán en Medio Oriente (Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano y la milicia hutí en Yemen). Y, lo que quizá es más importante, por primera vez Israel e Irán han empezado a lanzarse mutuamente ataques directos, como los de las últimas horas.
A lo largo de la historia, sin embargo, estos dos países no siempre estuvieron enfrentados. En realidad, las relaciones entre Israel e Irán fueron bastante cordiales hasta que en 1979 la Revolución Islámica de los ayatolás conquistó el poder en Teherán.
De hecho, aunque Irán se opuso al plan para la partición de Palestina que desembocó en la creación del Estado de Israel en 1948, fue el segundo país islámico en reconocerlo, solo después de Egipto.
Entonces, Irán era una monarquía en la que reinaban los shas de la dinastía Pahlaví y uno de los principales aliados de Estados Unidos en Medio Oriente. Por ello, el fundador de Israel y su primer jefe de gobierno, David Ben-Gurion, buscó y consiguió la amistad iraní como forma de contrarrestar el rechazo al nuevo Estado judío de sus vecinos árabes.
Pero en 1979 la Revolución de Ruhollah Jomeini derrocó al sha e impuso una república islámica que se presentaba como la defensora de los oprimidos y tenía en el rechazo al “imperialismo” de Estados Unidos y a su aliado Israel una de sus principales señas de identidad.
El nuevo régimen de los ayatolás rompió relaciones con Israel, dejó de reconocer la validez del pasaporte de sus ciudadanos y se apoderó de la embajada israelí en Teherán para cedérsela a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que entonces lideraba la lucha por un Estado palestino contra el gobierno israelí.
Alí Vaez, director del Programa para Irán del centro de análisis International Crisis Group, le dijo a BBC Mundo que “la animadversión hacia Israel fue un pilar del nuevo régimen iraní debido a que muchos de sus líderes se habían entrenado y participado en acciones de guerrilla con los palestinos en lugares como Líbano y tenían una gran simpatía por ellos”.
Pero además, cree Vaez, “el nuevo Irán quería proyectarse como una potencia panislámica y enarboló la causa palestina frente a Israel que los países musulmanes árabes habían abandonado”.
Así, Jomeini empezó a reivindicar la causa palestina como propia y las grandes manifestaciones propalestinas con apoyo oficial se convirtieron en habituales en Teherán.
Vaez explica que “en Israel la hostilidad hacia Irán no empezó hasta más tarde, en la década de 1990, porque antes se percibía como una mayor amenaza regional que el Irak de Sadam Hussein”.
Tanto es así, que el gobierno israelí fue uno de los mediadores que hizo posible el llamado Irán-Contra, el programa encubierto por el que Estados Unidos desvió armamento hacia Irán para que lo empleara en la guerra que entre 1980 y 1988 libró contra el vecino Irak.
Pero con el tiempo, Israel comenzó a ver en Irán uno de los principales peligros para su existencia y la rivalidad entre ambos pasó de las palabras a los hechos.
Vaez señala que, enfrentado también a Arabia Saudita, la otra gran potencia regional, y consciente de que Irán es persa y chiita en un mundo islámico mayoritariamente sunita y árabe, “el régimen iraní se dio cuenta de su aislamiento y empezó a desarrollar una estrategia encaminada a prevenir que sus enemigos pudieran algún día atacarle en su propio territorio”.
Así, proliferó una red de organizaciones alineadas con Teherán que llevaban a cabo acciones armadas favorables a sus intereses. La libanesa Hezbolá, catalogada como terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, es la más destacada.
Así, Teherán tejió una red a la que bautizó como “eje de la resistencia”, que se extendía por Líbano, Gaza, Irak, Yemen y Siria. Ese grupo de aliados ha sufrido fuertes reveses en el último año y medio con la caída del gobierno de Bashar al Asad en Siria y con el debilitamiento de Hamás y Hezbolá en las guerras de Gaza y Líbano.
Y es que Israel no se ha quedado de brazos cruzados y ha intercambiado con Irán y sus aliados ataques y otras acciones hostiles, muchas veces en terceros países en los que financia y apoya a los grupos armados que combaten a los proiraníes.
El pulso entre Irán e Israel ha sido descrito como una “guerra en la sombra” porque ambos países se han atacado mutuamente sin que en muchos casos ninguno de los dos gobiernos admitiera oficialmente su participación.
En 1992, el grupo Yihad Islámica, afín a Irán, voló la embajada israelí en Buenos Aires, causando 29 muertos. Poco antes, había sido asesinado el líder de Hezbolá, Abbas al-Musawi, en un atentado ampliamente atribuido a los servicios de inteligencia de Israel.
Para Israel, siempre ha sido una obsesión truncar el programa nuclear iraní y evitar que llegue el día en que los ayatolás dispongan de armas atómicas.
En Israel no creen los mensajes de Irán de que su programa persigue únicamente fines civiles y se acepta ampliamente que fueron los servicios de inteligencia israelíes los que, en colaboración con Estados Unidos, desarrollaron el virus informático Stuxnet, que causó graves daños en las instalaciones nucleares iraníes en la década de los 2000.
Israel, junto con sus aliados occidentales, acusaron a Irán de estar detrás de los ataques con drones y cohetes que sufrió su territorio en el pasado, así como de haber perpetrado varios ciberataques.
La guerra civil desatada en Siria desde 2011 supuso otro motivo de enfrentamiento. La inteligencia occidental señala que Irán envió dinero, armas e instructores para apoyar a las fuerzas del presidente Bashar al Assad frente a los insurgentes que buscaban derrocarlo, lo que hizo saltar las alarmas del gobierno de Israel, que creía que la vecina Siria era una de las principales rutas por las que los iraníes enviaban armamento y equipos a Hezbolá en Líbano.
Según el portal de inteligencia estadounidense Stratfor, en diferentes momentos tanto Israel como Irán llevaron a cabo acciones en Siria encaminadas a disuadir al otro de lanzar un ataque a gran escala.