

El dólar minorista opera este martes en $1.365 en las pantallas del Banco Nación, con lo que se aleja de su máximo histórico. En el mercado informal, el dólar blue cae cinco pesos, a $1.325. En el segmento financiero, el contado con liquidación (CCL) pierde un 0,4% y se ubica en $1.352, mientras que el dólar MEP cede un 0,4% y cotiza a $1.351. Por su parte, el tipo de cambio mayorista se negocia a $1.355.
En medio de un esquema monetario en transición y con señales contradictorias por parte del Banco Central, los analistas coincidieron en que el frente cambiario continúa siendo el factor de mayor sensibilidad para la estabilidad económica. Si bien las tasas de interés en pesos se llevaron el protagonismo durante julio por su extrema volatilidad, ambos informes coincidieron en que la atención real sigue puesta en las cuentas externas y en la sostenibilidad del superávit fiscal, especialmente de cara a los próximos meses con alta presión política y demanda de cobertura.
Los expertos señalaron que, aunque el tipo de cambio se mantiene relativamente estable por encima de los $1350, esa calma está lejos de ser producto de un equilibrio genuino. Fue sostenida a través de intervenciones del BCRA, ventas de instrumentos y licitaciones del Tesoro fuera de calendario, acciones que buscaron evitar un desborde en las tasas de corto plazo que pudiera trasladarse al dólar. En este sentido, se advirtió que el régimen de tasas “endógenas” exhibió límites en la práctica, con el Central actuando activamente en momentos clave.
Asimismo, indicaron que la demanda de dólares del sector privado no financiero se mantuvo elevada, a pesar de los esfuerzos por contenerla vía instrumentos en pesos. La combinación de un tipo de cambio real todavía bajo, flujos comerciales limitados y una dolarización preelectoral habitual genera un cóctel que exige atención constante del equipo económico para evitar que las presiones se traduzcan en inestabilidad.
Para los especialistas, el ancla cambiaria aún no es sólida y el riesgo de que resurjan tensiones se mantiene alto. La necesidad de mantener la calma nominal se vincula directamente con los objetivos fiscales, financieros y políticos del oficialismo.
El regreso a los pases pasivos encendió alarmas
Apenas días después de haber iniciado su nuevo régimen de tasas “endógenas”, el BCRA intervino nuevamente con pases pasivos, lo que generó un giro sorpresivo en su hoja de ruta monetaria. La recompra de LELIQs había inyectado $10 billones al sistema financiero, provocando una caída abrupta en las tasas de interés a un día, que llegaron a estar por debajo del 20% de TNA.
Desde la consultora 1816 explicaron que esta intervención fue presentada como un “puente temporal” hasta una licitación del Tesoro, con el objetivo de absorber el excedente de pesos que los bancos colocaban en encajes a tasa cero. Pero tras esa licitación, el esquema mostró una fuerte volatilidad: las tasas saltaron por encima del 50% en algunas ruedas e incluso superaron los tres dígitos en operaciones intradiarias.
Aunque esa dinámica se moderó con el correr de los días, la inquietud persiste. El BCRA retomó las subas, pagando hasta 45% de TNA en operaciones REPO, y elevó progresivamente las tasas en la previa de nuevas licitaciones del Tesoro. Este comportamiento, según los analistas, contradice los principios del esquema anunciado en junio, que apostaba a dejar que el mercado determine las tasas.
La falta de consistencia entre la teoría del nuevo régimen y su ejecución práctica dejó al descubierto un patrón: las tasas son libres solo cuando bajan, pero vuelven a intervenirse si suben o si el dólar se mueve.
Sin ancla clara: el mercado duda del nuevo esquema
La consultora 1816 planteó que el régimen monetario basado en agregados -con metas trimestrales de M2 privado transaccional- debería prescindir de intervenciones diarias, salvo casos excepcionales. En cambio, lo que se observó fue un BCRA interviniendo con frecuencia y pagando distintas tasas dentro de un mismo día. Para los analistas, este accionar siembra incertidumbre sobre el verdadero objetivo del Central.
El diagnóstico es crítico: las señales son ambiguas, el marco conceptual es débil y la lectura del mercado se complica cada vez más. La lógica que parece imperar es la de un BCRA que solo se corrige cuando el dólar emite una alerta, lo cual profundiza la percepción de que el tipo de cambio sigue siendo el verdadero ancla del programa económico.
En ese sentido, el Fondo Monetario Internacional (FMI) no tardó en manifestar su preocupación. En su comunicado del 24 de julio, tras alcanzar un acuerdo a nivel técnico con el Gobierno argentino, enfatizó la necesidad de “mejorar la claridad y el funcionamiento del marco monetario”. Para 1816, esta observación podría anticipar exigencias adicionales en la aprobación definitiva del board.
El Gobierno, por ahora, opera sin un manual claro. Y en un escenario preelectoral, cada paso en falso puede tener consecuencias.
Dólares para ahorro: récord histórico de formación de activos externos
A pesar del incremento de las exportaciones, la presión cambiaria no se disipó. En junio, la demanda de dólares para atesoramiento por parte de personas humanas alcanzó un récord histórico de u$s 2.300 millones. De acuerdo con el informe de 1816, este fenómeno marca una tendencia de fondo: la fuga al dólar no se detiene.
Aunque las empresas tienen restricciones de acceso al mercado oficial, el sector privado no financiero en su conjunto mantuvo su demanda casi sin cambios respecto de momentos críticos del pasado reciente, como los meses previos a las PASO de 2019. Esto muestra que los canales de dolarización siguen activos y eficientes, a pesar del cepo.
Para los expertos, el control cambiario no es suficiente si no se consolida un esquema de expectativas más sólido. La falta de unificación del tipo de cambio sigue generando incentivos claros para la formación de activos externos, especialmente en un clima de desconfianza estructural.
Tasas volátiles y presión electoral
Desde Grupo SBS destacaron que julio fue un mes dominado por la volatilidad en las tasas en pesos. A pesar de que el dólar se mantuvo calmo, el comportamiento errático del mercado monetario fue seguido con atención por los inversores. La preocupación de fondo es que esa inestabilidad se traslade al plano cambiario, algo que el Gobierno buscó evitar a toda costa con intervenciones tácticas.
Los analistas señalaron que, sin el superávit fiscal logrado por el oficialismo, el salto en las tasas podría haber tenido un efecto disruptivo sobre el tipo de cambio. Para contenerlo, se implementaron medidas coordinadas entre el BCRA y el Tesoro, como licitaciones sorpresivas y ventas de títulos.
El régimen monetario, aún en fase de rodaje, enfrenta desafíos clave. SBS considera que evitar picos de volatilidad en tasas nominales se volvió una prioridad táctica en el corto plazo.
El dólar, el voto y un superávit que no despeja dudas
Más allá de las variables financieras, el calendario electoral marca el ritmo de las decisiones. Para Grupo SBS, la estabilidad nominal se transformó en un activo político. Con altos niveles de aprobación en encuestas privadas, el Gobierno apuesta a evitar episodios de tensión que puedan erosionar la confianza.
El dólar multilateral, aunque más flexible, sigue en niveles bajos frente a estándares históricos. Esto alimenta la dolarización privada y mantiene la presión latente. En este contexto, los analistas no descartan que los flujos de exportación sigan débiles hasta la cosecha fina, en diciembre.
El bróker también advirtió que, a pesar del superávit en la cuenta corriente de junio, los riesgos estructurales se mantienen. La demanda privada de dólares, el atraso cambiario percibido y la debilidad en los flujos comerciales sugieren que la presión sobre el tipo de cambio podría reactivarse rápidamente.
El alivio brindado por las exportaciones agrícolas no alcanza para garantizar la estabilidad. Hasta tanto se consolide un flujo externo más robusto, el mercado seguirá con la mirada puesta en los movimientos del BCRA.